Dejar el blog botado por al menos dos años
es todo culpa de la adultez. Probablemente esta es la mejor excusa para no
escribir durante ese largo tiempo. Pero en realidad no tiene tanto de excusa;
es más bien una clara consecuencia de lo que es crecer y asumir las
temidas 'responsabilidades'. Después de un largo tiempo en
donde sucesos tan variados como hacer un magíster, independizarme, y encontrar
dos trabajos estables, fueron parte del proceso, he podido cerciorarme
en primera fila el cómo el convertirse en 'adulta' no ha sido lo que
realmente esperaba. No como lo pintan en las películas cómicas al menos. Porque
ser adultos no implica sólo comprar plantas (y sentir ganas de comprar más). Es
regarlas responsablemente cada tantos días como parte de una necesaria rutina.
Es decir que no puedes quedarte hasta tan tarde porque debes madrugar. Es no
aguantar el sueño después de las 1 a.m. Es lavar ropa los domingos. En fin.
Podría enumerar una serie de consecuencias, e ir reduciendo en tamaño cada
vez más al ir nombrándolas. Quizá todo sería más simple si el ideal de
adulto que alguna vez visualizamos cuando éramos niños o adolescentes
fuese real. Es posible que alguna vez hayamos hecho una correlación entre
dinero propio y felicidad automática. O entre independencia y libertad. Pero la
verdad sea dicha, dista mucho de ser así. Porque por tremendamente cliché que
suene, el dinero NO hace la felicidad. Y que por muy extraño que parezca,
la independencia está sustentada por la dependencia. Claro, ya no dependo de
mis padres, pero dependo de mi; de un trabajo, de cómo están alineados los
astros, y del valor del dólar.
La tragedia
comienza una vez que empiezas a trabajar y te sumerges en la rutina laboral. En
cierto modo pasas a un estado casi zombie, en donde ruegas llegue el fin de
semana no para irse a un mambo, sino para dormir y olvidarse del mundo. Eso
siempre y cuando no seas un privilegiado. Siempre pienso en aquellos que
encontraron la luz al final del túnel y que pueden jactarse de tener un súper
trabajo que aman. Benditos ellos porque en estos tiempos no es fácil ¡Esto es
una selva, señores! La competencia es feroz. Y podrás ser la persona menos
competitiva de la galaxia, e incluso así será casi inevitable entrar en el
juego que el sistema laboral propone: venderse y aceptar migajas, depender de
un santo en la corte, o aplastar al más débil. .Sin embargo, el conseguir un 'buen' trabajo
en el sentido convencional (bien pagado, beneficios de salud, bonos, etc.) no
es garantía de que sea tu trabajo ideal. Es muy posible que en
el ejercicio te des cuenta que en realidad no te gusta lo que haces. Pero
no se puede renunciar. Hay cuentas que pagar. Hay que comer.
Tampoco podemos decir 'Mamá, no quiero ir a trabajar nunca más' ¡y
hacerlo! Es en ese momento en que me cuestiono el haber querido ser grande
alguna vez. No me malentiendan. No odio mi trabajo. Al contrario, en los
últimos años he aprendido a apreciarlo bastante más que en los primeros años,
en particular porque ha sido en esta etapa en donde he visto mayores logros.
Enseñar es lindo. Muy lindo. Pero lo que no es lindo es como el sistema te
trata, y eso termina por agotar a cualquiera. Nadie puede estar pleno si todo
es tener que, sin ningún tipo de retribución a cambio (y no me estoy
refiriendo a dinero). Creo que el mayor bien que podemos recibir es tiempo de
calidad, algo que se hace exageradamente escaso durante la adultez. Por
ejemplo, dentro de esta confabulación en contra del tiempo libre es casi imposible
librarse de algún cursillo que ya no podría interesarte en lo más mínimo y que
por obligación DEBES hacer. Tampoco quedan fuera los mails a responder los
fines de semana, que por cierto si no lo haces, podría ser causal de alguna
tragedia mayor. O el caso de algunos colegas en otras esferas de la educación,
quienes deben asistir a la kermesse, acto, completada, paseo, y cuanta mierda
el colegio invente, en sus tiempos libres.
¿Qué hacemos
entonces? ¿cuando esta etapa se convirtió en sólo tener que y no un quiero
hacer? Es aquí cuando miro con nostalgia aquellos días en que mis mayores
preocupaciones se traducían en resolver bien un rompecabezas, anotar bien las
palabras de un dictado, que no me pillaran cuando jugaba a las escondidas, y
que no me dieran mariscos al almuerzo. Por ahora me conformo con pensar que no
es un problema de cumplir años, sino un problema de como está cortado el
queque. De repente se me viene a la memoria a Jack Black en su personaje de School
of Rock diciendo que todo es culpa del 'F'.Y tiene algo de razón; el F te
dice que desistas de todo lo que enriquezca tu vida. Porque si tenías ganas de
tomar ese taller de literatura o de guitarra, el F se encargará de mandarte a
hacer un curso de afectividad con Pilar Sordo en el mismo horario sólo
para joderte. Aún así Jack Black se rebeló y aplastó a Pilar. Y eso es lo que
en cierta forma deberíamos hacer, al menos simbólicamente. Este post es
justamente parte de ese ejercicio, así como también el colorear dibujos, pedir
libros en la biblioteca, jugar videojuegos, juntarse con la familia
un domingo, juntarse con los amigos, aprender cosas nuevas, etc. Cumplir con
obligaciones no puede apagar nuestro espíritu. Perder el lust for life es
rendirse.
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