jueves, 9 de junio de 2016

Being an adult is the dumbest thing I've ever done.


Dejar el blog botado por al menos dos años es todo culpa de la adultez. Probablemente esta es la mejor excusa para no escribir durante ese largo tiempo. Pero en realidad no tiene tanto de excusa; es más bien una clara consecuencia de lo que es crecer y asumir las temidas 'responsabilidades'. Después de un largo tiempo en donde sucesos tan variados como hacer un magíster, independizarme, y encontrar dos trabajos estables, fueron parte del proceso, he podido cerciorarme en primera fila el cómo el convertirse en 'adulta' no ha sido lo que realmente esperaba. No como lo pintan en las películas cómicas al menos. Porque ser adultos no implica sólo comprar plantas (y sentir ganas de comprar más). Es regarlas responsablemente cada tantos días como parte de una necesaria rutina. Es decir que no puedes quedarte hasta tan tarde porque debes madrugar. Es no aguantar el sueño después de las 1 a.m. Es lavar ropa los domingos. En fin. Podría enumerar una serie de consecuencias, e ir reduciendo en tamaño cada vez más al ir nombrándolas. Quizá todo sería más simple si el ideal de adulto que alguna vez visualizamos cuando éramos niños o adolescentes fuese real. Es posible que alguna vez hayamos hecho una correlación entre dinero propio y felicidad automática. O entre independencia y libertad. Pero la verdad sea dicha, dista mucho de ser así. Porque por tremendamente cliché que suene, el dinero NO hace la felicidad. Y que por muy extraño que parezca, la independencia está sustentada por la dependencia. Claro, ya no dependo de mis padres, pero dependo de mi; de un trabajo, de cómo están alineados los astros, y del valor del dólar.

La tragedia comienza una vez que empiezas a trabajar y te sumerges en la rutina laboral. En cierto modo pasas a un estado casi zombie, en donde ruegas llegue el fin de semana no para irse a un mambo, sino para dormir y olvidarse del mundo. Eso siempre y cuando no seas un privilegiado. Siempre pienso en aquellos que encontraron la luz al final del túnel y que pueden jactarse de tener un súper trabajo que aman. Benditos ellos porque en estos tiempos no es fácil ¡Esto es una selva, señores! La competencia es feroz. Y podrás ser la persona menos competitiva de la galaxia, e incluso así será casi inevitable entrar en el juego que el sistema laboral propone: venderse y aceptar migajas, depender de un santo en la corte, o aplastar al más débil. .Sin embargo, el conseguir un 'buen' trabajo en el sentido convencional (bien pagado, beneficios de salud, bonos, etc.) no es garantía de que sea tu trabajo ideal. Es muy posible que en el ejercicio te des cuenta que en realidad no te gusta lo que haces. Pero no se puede renunciar. Hay cuentas que pagar. Hay que comer. Tampoco podemos decir 'Mamá, no quiero ir a trabajar nunca más' ¡y hacerlo! Es en ese momento en que me cuestiono el haber querido ser grande alguna vez. No me malentiendan. No odio mi trabajo. Al contrario, en los últimos años he aprendido a apreciarlo bastante más que en los primeros años, en particular porque ha sido en esta etapa en donde he visto mayores logros. Enseñar es lindo. Muy lindo. Pero lo que no es lindo es como el sistema te trata, y eso termina por agotar a cualquiera. Nadie puede estar pleno si todo es tener que, sin ningún tipo de retribución a cambio (y no me estoy refiriendo a dinero). Creo que el mayor bien que podemos recibir es tiempo de calidad, algo que se hace exageradamente escaso durante la adultez. Por ejemplo, dentro de esta confabulación en contra del tiempo libre es casi imposible librarse de algún cursillo que ya no podría interesarte en lo más mínimo y que por obligación DEBES hacer. Tampoco quedan fuera los mails a responder los fines de semana, que por cierto si no lo haces, podría ser causal de alguna tragedia mayor. O el caso de algunos colegas en otras esferas de la educación, quienes deben asistir a la kermesse, acto, completada, paseo, y cuanta mierda el colegio invente, en sus tiempos libres.


¿Qué hacemos entonces? ¿cuando esta etapa se convirtió en sólo tener que y no un quiero hacer? Es aquí cuando miro con nostalgia aquellos días en que mis mayores preocupaciones se traducían en resolver bien un rompecabezas, anotar bien las palabras de un dictado, que no me pillaran cuando jugaba a las escondidas, y que no me dieran mariscos al almuerzo. Por ahora me conformo con pensar que no es un problema de cumplir años, sino un problema de como está cortado el queque. De repente se me viene a la memoria a Jack Black en su personaje de School of Rock diciendo que todo es culpa del 'F'.Y tiene algo de razón; el F te dice que desistas de todo lo que enriquezca tu vida. Porque si tenías ganas de tomar ese taller de literatura o de guitarra, el F se encargará de mandarte a hacer un curso de afectividad con Pilar Sordo en el mismo horario sólo para joderte. Aún así Jack Black se rebeló y aplastó a Pilar. Y eso es lo que en cierta forma deberíamos hacer, al menos simbólicamente. Este post es justamente parte de ese ejercicio, así como también el colorear dibujos, pedir libros en la biblioteca, jugar videojuegos, juntarse con la familia un domingo, juntarse con los amigos, aprender cosas nuevas, etc. Cumplir con obligaciones no puede apagar nuestro espíritu. Perder el lust for life es rendirse. 

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